El guionista
La distinción entre pasado, presente y futuro, es solo una ilusión obstinadamente persistente. Albert Einstein Esther desciende del taxi que la deja al frente de una antigua casa de apariencia abandonada en un barrio urbano marginal de la ciudad de Córdoba. Es una señorita muy joven, delgada, estatura media, tez blanca y cabellos rubios. Temerosa, mira a todos lados antes de acercarse a la puerta de entrada que, en lugar de timbre, presenta un llamador de bronce con forma de mano. Con él da tres golpes y espera. En su mano izquierda tiene un maletín de color negro y una página con los avisos clasificados de “La Voz del Interior”. Después de unos minutos se abre la puerta y un señor bastante mayor de aspecto bondadoso pero de mirada triste atiende: — ¿Si? —Vengo por el aviso del diario donde solicitan una persona tipiadora. —Pasa por favor. —Gracias. Entran a una sala de recepción no muy espaciosa amoblada con un juego de sofás, cuyo tapizado se nota bastante envej